1/3/15

Integrar una Secta, es un Problema de Falta de Educación?


Todas las grandes religiones fueron sectas en su origen, grupos marginados a quienes el tiempo, el pacto, y el proselitismo, entre otras causas, los llevaron al lugar que hoy ocupan y, a medida en que han sido mayoritariamente aceptados, han aumentado su grado de tolerancia y disminuido su radicalismo. Pero cuando el integrante de una secta comienza a perder control de su propia vida, vive en una comunidad cerrada o en total dependencia del grupo, pierde sus habilidades de pensamiento crítico y lo reemplaza por un pensamiento condicionado, rompe con todos los lazos sociales anteriores a la entrada al culto: padres, pareja, amigos, trabajo, estudios, etc., entrega su vida a la autoridad, dirección y manipulación del líder, nos encontramos frente a una secta destructiva.
Muchos de nosotros podríamos llegar a pensar “¡Pero qué tontos, qué falta de inteligencia! ¿No se dan cuenta de que los están engañando? ¡Qué ignorantes!

Lo cierto es que no depende de la situación de marginalidad y miseria en la que viva una persona, ni de su coeficiente intelectual, carencia de estudios o nivel alcanzado de escolarización para formar parte de una secta destructiva. Por lo contrario, muchos profesionales, hombres y mujeres de ciencia e intelectuales se han visto envueltos en la trama fagocitadora que implica la captación de adeptos a una secta y vivido la experiencia.
Entonces, ¿dónde radica la causa?
La característica común que emparenta a todos aquellos adeptos es la VULNERABILIDAD: alto nivel de angustia, necesidad de “pertenecer” por haber contado con una familia disfuncional o ausente, insatisfacción en la vida, alto grado de frustración, carencia de guía y dirección en la vida, escasa o nula comunicación en sus relaciones, tendencia a una personalidad dependiente e insegura, falta de una meta clara en la vida, tendencias escapistas, esperando que otros le solucionen sus problemas. Es decir, falta de CONFIANZA en sí mismo y en el Universo.
Si cada ser humano trabajara en sí mismo en sus tres planos, físico, mental y espiritual, estaría alimentando la expansión de su propia consciencia, y al hacerlo, dicha vulnerabilidad desaparecería por completo.
Y cualquier persona que se ocupa de expandir su consciencia adquiere, por añadidura, el control total de sus actos y pensamientos, la confianza en sí de poder solucionar dificultades, guiado por su alma y su corazón, la certeza única de que pertenece al Universo Infinito, no ya a una familia o grupo, ser feliz en todo lo que emprenda, y ser el creador de su propio destino.

Tenemos la fuerte convicción de que en un futuro no muy lejano, todos los docentes del mundo serán capaces de impartir este tipo de educación consciente, impulsando, así, una Nueva Humanidad.



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La Educación Que Se Viene

“Tenemos niños y jóvenes del siglo 21, docentes del siglo 20 y programas de estudio del siglo 19”.

No recuerdo a quién le escuché decir esta frase, pero sí el impacto que me causó. Por supuesto, no se puede generalizar, y más de un colega docente, a la defensiva, dirá que no es cierto y que ha habido muchos cambios.
Y sí, algunos cambios ha habido, sobre todo de contenidos ya que no podemos hacer caso omiso de los grandes avances tecnológicos, pero me arriesgaría a decir que fueron propuestos inconscientemente por los chicos, aunque los adultos crean lo contrario, que como una gran marea avanzan y evolucionan empujando a sus mayores a tomar la decisión de  acoplarse a la ola  o quedar rezagados y en el olvido.
Pero los cambios a los que nos referimos como necesarios y urgentes son más profundos, cambios de mentalidad, de valores, de visión sobre la vida, de filosofía, rompiendo paradigmas y estructuras tan añejas y repetidas como caducas, a las que estamos apegados porque alguna vez se  utilizaron y funcionaron.  Con ésto no estamos diciendo que la escuela no sea una preocupación u ocupación de los educadores, ya que se hacen grandes inversiones en ella, sino que lo que se tiene en cuenta es siempre parcial.
Algunos docentes más conscientes de esto han comenzado ya este proceso, pero se requiere un trabajo más generalizado y constante, donde se tome al ser humano como un ser único e indivisible, dotado de libre albedrío y un cuerpo espiritual creativo en desarrollo   y donde el “ser amor” debiera ser el punto de partida de todo aprendizaje, y no sólo un intelecto al que le agregamos datos e información como a una computadora, en un ambiente totalmente competitivo, mecánico, fragmentado, separativo, donde “tener un futuro” se refiere a tener una salida laboral y poder estar insertado en la sociedad.
Por décadas, los maestros hemos dicho que un niño mal nutrido y no cuidado no puede aprender, y ésto es innegable. Pero no es menos cierto que un niño que no sabe qué es la vida, ni para qué vive y no sabe confraternizar con el resto de sus hermanos humanos, carece de metas, objetivos, sueños y anhelos y, por lo tanto,  no desarrollará todo su potencial.
La educación que se viene es una educación en la que conocer y aceptar las leyes de la naturaleza sea lo cotidiano, donde los chicos puedan desarrollar su capacidad de observar, crear y encontrar que lo que aprenden  puede ser aplicado  a la vida cotidiana y comprobados los resultados, y que no sean  datos abstractos que  caen en saco roto. Donde la única forma de relacionarse  sea mediante el afecto, el respeto, el compartir, confiando en sí mismo, en su intuición y en el Universo.


Ya están sembradas y germinando las primeras semillas de una educación del tercer milenio. Ahora vamos por el bosque.



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