1/3/15

La Educación Que Se Viene

“Tenemos niños y jóvenes del siglo 21, docentes del siglo 20 y programas de estudio del siglo 19”.

No recuerdo a quién le escuché decir esta frase, pero sí el impacto que me causó. Por supuesto, no se puede generalizar, y más de un colega docente, a la defensiva, dirá que no es cierto y que ha habido muchos cambios.
Y sí, algunos cambios ha habido, sobre todo de contenidos ya que no podemos hacer caso omiso de los grandes avances tecnológicos, pero me arriesgaría a decir que fueron propuestos inconscientemente por los chicos, aunque los adultos crean lo contrario, que como una gran marea avanzan y evolucionan empujando a sus mayores a tomar la decisión de  acoplarse a la ola  o quedar rezagados y en el olvido.
Pero los cambios a los que nos referimos como necesarios y urgentes son más profundos, cambios de mentalidad, de valores, de visión sobre la vida, de filosofía, rompiendo paradigmas y estructuras tan añejas y repetidas como caducas, a las que estamos apegados porque alguna vez se  utilizaron y funcionaron.  Con ésto no estamos diciendo que la escuela no sea una preocupación u ocupación de los educadores, ya que se hacen grandes inversiones en ella, sino que lo que se tiene en cuenta es siempre parcial.
Algunos docentes más conscientes de esto han comenzado ya este proceso, pero se requiere un trabajo más generalizado y constante, donde se tome al ser humano como un ser único e indivisible, dotado de libre albedrío y un cuerpo espiritual creativo en desarrollo   y donde el “ser amor” debiera ser el punto de partida de todo aprendizaje, y no sólo un intelecto al que le agregamos datos e información como a una computadora, en un ambiente totalmente competitivo, mecánico, fragmentado, separativo, donde “tener un futuro” se refiere a tener una salida laboral y poder estar insertado en la sociedad.
Por décadas, los maestros hemos dicho que un niño mal nutrido y no cuidado no puede aprender, y ésto es innegable. Pero no es menos cierto que un niño que no sabe qué es la vida, ni para qué vive y no sabe confraternizar con el resto de sus hermanos humanos, carece de metas, objetivos, sueños y anhelos y, por lo tanto,  no desarrollará todo su potencial.
La educación que se viene es una educación en la que conocer y aceptar las leyes de la naturaleza sea lo cotidiano, donde los chicos puedan desarrollar su capacidad de observar, crear y encontrar que lo que aprenden  puede ser aplicado  a la vida cotidiana y comprobados los resultados, y que no sean  datos abstractos que  caen en saco roto. Donde la única forma de relacionarse  sea mediante el afecto, el respeto, el compartir, confiando en sí mismo, en su intuición y en el Universo.


Ya están sembradas y germinando las primeras semillas de una educación del tercer milenio. Ahora vamos por el bosque.



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